Renacer, como el Ave
Fénix, Volver a empezar después de una pérdida. Seguir tirando a pesar de un
cáncer. Recuperarse tras una adicción. La “resiliencia” es la capacidad
de auto sostén.

Por qué
algunas personas, niños o adultos, logran salir adelante después de haber
sufrido situaciones adversas, traumatismos y amenazas graves contra su salud y
su desarrollo en tanto otras quedan seriamente afectadas para el resto de su
vida? Hace dos décadas esta pregunta produjo un cambio radical en la manera de
encarar las repercusiones personales y sociales que sufren los seres humanos
después de una crisis severa. Más que de una nueva forma de tratar el llamado
estrés postraumático, se trata de una mirada distinta acerca de la manera en que
los diferentes seres humanos afrontan las posibles causa de ese estrés: malas
condiciones y vejaciones en la familia, reclusión en campos de prisioneros,
situaciones de crisis, como las causadas por la viudez o el divorcio, las
grandes pérdidas económicas o de cualquier otra índole.
En lugar de
preguntarse por las causas de la patología física o espiritual que esas
catástrofes generan, el nuevo punto de vista supone indagar de qué condiciones
está dotada esa minoría; por qué y de qué manera logra escapar a los males
propios de los llamados «grupos de riesgo”. De los núcleos más expuestos se
comenzó a trabajar con chicos de la calle y, dentro de ellos, con una minoría
libre de las patologías a las que la teoría y las estadísticas parecían
condenados fatalmente —alcoholismo delincuencia, adicción a las drogas, etc.—.
Para convenirse, en cambio, en seres predispuestos a llevar una vida de
proyectos y realizaciones en personas integradas y normales. Este fenómeno,
denominado “resiliencia”, hoy es objeto del creciente interés de parte de
educadores, psicoterapeutas y sociólogos. Se apunta a las potencialidades del
sujeto (aquello que puede hacer bien) que a un pronóstico que lo condena por sus
«fallas de origen” y al que sólo se puede ayudar rescatando a lo de lo que hace
mal.
LOS TRES PILARES
Todos los
seres humanos somos dueños en mayor o menos grado de una capacidad de
resiliencia. Todos, niños y adultos, aprendemos a reponemos de las crisis, a
seguir adelante. El lenguaje, popular refleja muy bien el sentimiento de que
sólo hasta cieno punto somos vulnerables y que —salvo casos extremos— la gente
se recupera más tarde o más temprano: “La vida continúa” “hay que seguir
tirando”, “el mundo no se acaba’hoy”, etcétera. Pero, mientras existen seres
dotados en alto grado de una resiliencia natural, que a veces son vistos como
invulnerables a la adversidad, existen personas que por diversas causas se
entregan a situaciones de estrés cada vez más notables, que acaban en crisis
depresivas o enfermedades somáticas. «Es como si les faltaran elementos en la
caja de herramientas de la vida grafican muy bien las licenciadas Lea Teitelman
y Diana Arazi, psicólogas y docentes especializadas en esta nueva óptica que
apuntala los aspectos más positivos de la personalidad
“Existen
tres pilares que sostienen la capacidad de resiliencia», explican Teitelman y
Arazi:
1)La capacidad de juego. No tomarse las cosas tan a
pecho que el temor impida hallar las salidas. Y en esto e sentido del humor, el
“mirar las cosas como desde el revés de un larga vista permite tomar distancia
de los conflictos. La creatividad, la multiplicación de los intereses
personales, los juegos de la imaginación relegan esas causas de alarma a su
justo lugar, relativizarlas para no deprimirse.
2)La capacidad de encarar las situaciones con un sentimiento de
esperanza. Y para ello es fundamental tener al menos a alguien en
quien depositar los afectos, admiración, qué sirven como guías y estimulo. Es lo
que en el lenguaje común de los grupos de resiliencia se conoce como
“engancharse”. Esto que viene a veces naturalmente con el modo de ser de La
persona, puede ser estimulado por educadores y terapeutas. Son esenciales
asimismo las llamadas redes de sostén o de contención, vínculos que enriquecen e
impiden que la persona se sienta en una intemperie vital. Amigos, un maestro,
una comunidad barrial, los grupos de resiliencia obran con apoyo y estímulo
permanentes.
3)El auto sostén. Se puede resumir como un mensaje
que la persona elabora para si misma. “Yo sé que esto me va a pasar”, se dice
ante un mal trance. O sea: “Me quiero, confío en mí, me puedo sostener en la
vida.
APRENDER DIVIRTIÉNDOSE
“La novedad
que aporta la idea de resiliencia, corrobora la doctora Maria Cristina Chardon,
que investiga actualmente en temas de ‘educación y salud, es que se dictan
cursos a maestros y expertos en pedagogía para que enseñen a vivir de otra
manera. Es curioso que actualmente los docentes consulten ahora cómo transmitir
el sentido del honor, el gusto por el juego. »
La
resiliencia es más que resistir a los embates, al temor a los riesgos, es tomar
cada circunstancia adversa como un desafío que pone a prueba todas las
potencialidades de un individuo. Reemplaza el temor a no poder por el aliciente
de pasar airosamente cada prueba. Toma ese reto como una diversión, no como una
desgracia que lleva ala consabida frase “Esto tenía que pasarme a mí”, pasando
por alto que a cualquiera le puede pasar de todo El sentido de la resiliencia
ayuda «abrir la puerta para ir a Jugar”. Vivir como dice Leopoldo Marechal:
"Con ese estricto sonido del juego que suele hacer de la pena la
rosa"
Esta idea
de diversión bien entendida, se extiende a la escuelas a la hora de clase y de
hacer la tarea. Enseñar y aprender con una sonrisa no ha sido tomado hasta ahora
como algo compatible con el estudio tradicional, por algo llamado ‘serio”. Hay
en la adquisición de conocimientos un goce que suele ser robado al aula. Lo que
el cambio de actitud intenta es evitar el estrés que con frecuencia produce la
escuela cuando es vivida como un riesgo y una amenaza (“,Y si me aplazan?”; “Si
me llaman hoy a dar la lección?”; «Como me fue —o me irá— en la prueba
escrita?”) ¡Cuántos adultos han incorporado en su personalidad ese temor al
fracaso escolar que muchas veces es responsable de posteriores frustraciones!
Resaltar las aptitudes del alumno sin hacer hincapié en sus carencias es tema de
los estudios actuales de la doctora Chardon. Otro aspecto de la capacidad
resiliente llevada al campo de la educación y la salud.
LA TERAPIA DEL CIRCO
Volviendo a
los chicos de la calle, los que por su condición de tales suelen tener mayores
carencias (padres que se preocupen, maestros particulares, libros, lugar y
tiempo para estudiar), es muy interesante la experiencia que se lleva a cabo en
Chile. Se realizan talleres de circo con una frecuencia de tres horas un día por
semana. Durante estos talleres los participantes son capacitados en las
siguientes técnicas: malabarismo con clavas, pelotitas y argollas; acrobacia en
el piso y saltos en trampolines bajos; piruetas y juegos de clown. Todo en un
ambiente de juego, música y humor. Cuando los participantes alcanzan niveles de
capacitación que les permite elaborar y participar de números artísticos, éstos
realizan presentaciones en su comunidad. Aparte de lograr un medio de ida, los
chicos se integran fácilmente en la sociedad y al apartarse de un medio que los
daña encuentran incentivos para desarrollarse en otras direcciones. Otra manera
de modificar sin prédicas ni represión los hábitos negativos que los hacen
sentir inferiores y excluidos. “Los chicos podemos salir de la calle y dejar de
metemos en problemas, siempre que no den otros lugares por donde andar, un sitio
para llegar y sobre todo alguien que nos acompañe a caminar.” (Testimonio de un
chico de la calle, citado en varios trabajos sobre resiliencia.)
COMO FUNCIONA UN TALLER
En diversos
sitios del país, el tema de la resiliencia da lugar a cursos y a la formación de
grupos o talleres. El objeto de ellos es no sólo afrontar las dificultades, sino
salir de ellas fortalecido con la capacidad poder superar escollos nuevos,
reconociendo así que si bien toda crisis supone un riesgo, apareja también un
oportunidad. Un taller de resiliencia, como lo afirman las licenciadas Gloria
Domínguez y Lidia Osipiuk, consultadas por RUMBOS, que dirigen un taller sobre
el tema incluye consignas y ejercicios. Sus metas están contenidas en el Mandala
de la Resistencia, que ilustra esta nota y en recuadro sobre nuestros derechos.
El origen del término
Mientras
estrés es un término tomado de la mecánica que define el esfuerzo al que está
sometido un material (por ejemplo, una viga), resiliencia se usa en la física de
los materiales para expresar la capacidad de recuperación de ese esfuerzo. Tal
como un objeto abollado recobra su forma primitiva si tiene la suficiente
elasticidad, los seres humanos dotados de una resiliencia natural o adquirida
serán capaces de salir de un agotamiento causado por estrés traumático u otras
causas. Los terapeutas intentan desarrollar en el paciente una mayor plasticidad
interior.
Un poco de historia
En 1982 dos
investigadores norteamericanos, que trabajaron en una Localidad muy pobre Hawai,
siguieron la evolución de 505 individuos desde su etapa prenatal (1955) hasta su
adulto, o sea durante 32 años. Buena parte de esos sujetos se crió en hogares
sometidos al estrés de la miseria, la mala relación entre los padres, el
alcoholismo y los abusos. A pesar de esas condiciones se observó que cerca de la
tercera parte de esos niños llegaban a adultos bien estructurados moralmente y
una con visión optimista acerca de su porvenir.
Se habló
primero de chicos invulnerables por causas que se consideraron genéticas. El
afecto recibido era siempre la clave de esas excepciones afortunadas. De allí
surgió la necesidad de pasar de la idea de invulnerable a la de resiliente,
aplicada al ser humano capaz de generar sus propios recursos para salir
fortalecido de situaciones que no son tomadas como la fatalidad de un destino
sino como un desafío que alecciona y estimula.
Para consolidar la
resiliencia, tenemos derechos:
1 A ser tratados con dignidad y
respeto.
2 A equivocamos y ser
responsables de nuestros propios errores.
3 A tener nuestras propias
opiniones y nuestros propios valores
4 A tener nuestras
propias necesidades, tan importes como las de los de demás
5 A experimentar y expresar nuestro
pensamiento propio, así como a ser sus únicos jueces.
6 A cambiar de
opinión, idea o línea de acción.
7 A protestar cuando somos tratados
con injusticias
8 A intentar cambiar
lo que no nos satisface.
9 A detenernos a pensar antes de
actuar.
10 A pedir lo que
queremos. A hacer menos de lo que humanamente somos capaces de hacer. A ser
independientes.
11 A decidir qué hacer con lo que
es nuestro, con nuestro propio cuerpo y nuestro tiempo.
12 A sentir y
expresar el dolor.
13 A ignorar los
consejos.
14 A rechazar
peticiones sin sentirnos culpables o egoístas.
15 A estar solos aún cuan do otros
deseen nuestra compañía.
16 A no justificamos
ante los demás.
17 A no responsabilizarse de los
problemas ajenos.
18 A no anticiparse a
las necesidades y deseos de los otros ni estar pendientes de su buena
voluntad.
19 A no responsabilizarse de los
problemas ajenos
20 A no anticiparse
a tas necesidades y deseos de los otros ni estar pendientes de su buena
voluntad.
21 A elegir no comportarnos siempre
de una manera positiva o socialmente convencional